El 24 de enero de 1939 a la vista de la inminente
derrota de la Segunda República, toda la familia compuesta por mis padres de 36
y 33 años, mi hermana de 10 y yo 6, junto con otras familias y amigos, todos
ellos miembros del último ayuntamiento republicano de Mollet del Vallés (Barcelona),
tomamos la decisión de marcharnos hacia el exilio en un carro tirado por un
caballo, íbamos equipados con mantas, ropa de invierno y algo de comida, hacia
un camino que nos era totalmente desconocido.
Las carreteras y los caminos vecinales eran una
interminable caravana de gente desconsolada y desorientada, llena de dolor y
sufrimiento, perseguida por la aviación fascista alemana e italiana, bajo las
órdenes del criminal de guerra el general Franco, las personas se mostraban
abatidas por el cansancio y el estupor del miedo, rotos por el porvenir
incierto que les esperaba, entre la esperanza y la desesperanza, el hambre y la
sed, sin un cobertizo para protegerse del frío, del viento, de la lluvia y de
la nieve, un triste recuerdo que nunca podré olvidar.
Cuando faltaban pocos kilómetros para llegar a la
frontera francesa, mi padre a la vista del panorama que estaba comprobando y
cómo se desarrollaba la evacuación
hacia Francia, tomó la decisión firme de que solamente él pasaría la frontera,
decisión que nunca sabremos si fue
o no la acertada, es una incógnita que perdurará en el transcurso de nuestra vida.
Mi padre estaba plenamente convencido de que aquel
golpe de estado, producido por los militares traidores a la República, con la
colaboración de los ejércitos de Alemania e Italia y la bendición de la Iglesia
Católica, de que no podría prosperar, puesto que los Estados Unidos de América
y la Gran Bretaña, no aceptarían
una dictadura militar, teniendo en cuenta el movimiento fascista que existía en
Alemania e Italia, pero no fue así, nos traicionaron y abandonaron
deliberadamente a un destino que marcaría para siempre nuestras vidas, quedando
a merced de los militares golpistas.
Nos separamos de nuestro padre con el corazón
lleno de pena y los ojos llenos de lágrimas.
Nos
dejó en un pequeño hostal muy humilde de un pueblecito cerca de la frontera
llamado TORÀ de la provincia de Girona, regentado por una familia muy honesta,
que por cierto se portó muy bien y nos acogieron con toda su buena voluntad, a
pesar de los pocos medios con que contaban, debo reconocer su gran nobleza, la
cual cosa siempre he recordado en el transcurso de los años, incluso en dos
ocasiones los hemos visitado.
Allí
fue la última vez que abrace a mi padre y todavía recuerdo sus palabras de
despedida dirigidas a mi madre: Carme, tu i
els nens torneu a casa a Mollet del Vallès, doncs, de moment només me’n vaig
jo”, nos dio un fuerte abrazo y muchos
besos, y poco a poco fue despareciendo de nuestra vista, despedida que nunca
podré olvidar. Mi hermana y yo no
volvimos a verlo nunca más.
Allí nos
quedamos hasta la entrada del ejército franquista, todos teníamos miedo, era
imprevisible lo que podía pasar, teniendo en cuenta las informaciones que se
recibían de lo que iba sucediendo en otras poblaciones ocupadas por el ejército
invasor, al frente de la columna iban los moros, requisando comida y todo lo
que encontraban y que suponían tenía algún valor, además se llevaban como
prisioneros a todos los hombres fuesen viejos o jóvenes, aquellas escenas nos
causaron una indefensión que nunca podremos olvidar.
Mi padre
pasó la frontera francesa e inmediatamente lo internaron en el Campo de
Concentración de Argelés en Francia, junto con sus compañeros del Ayuntamiento
de Mollet del Vallés, el campo no reunía ninguna condición higiénica - sanitaria,
estaba situado en la playa de la costa Mediterránea, no tenían ni tan siquiera
un cobertizo para librarse de las inclemencias del tiempo (lluvia, nieve y viento).
El
acogimiento que tuvieron por parte de la mayoría de los franceses no podía ser
peor, los republicanos exiliados fueron tratados como bestias salvajes, cuando
entraban en los pueblos, los habitantes cerraban las puertas y las ventanas,
debido a la campaña que se hacia de los republicanos de que no eran seres
humanos, incluso que llevaban cola como los diablos; pero cuando Francia fue
invadida por lo alemanes, luego si que los aceptaron a pesar de ser refugiados
y diablos con cola, los necesitaban para que formasen parte de la resistencia
contra los alemanes y gracias a ellos pudieron complicarles la ocupación
militar de Francia.
La caída de
la Segunda República, iba acompañada de la implantación de una feroz dictadura,
que castigaba a los que no pensaban como ellos, ni creían en su doctrina
fascista, imponiendo un sistema fascista conocido por el nacional catolicismo,
basándose en el miedo, la delación y la venganza, tanto para los hombres como
para las mujeres, incluso con sus hijos fuesen o no mayores de edad.
La
represión se efectuaba sistemáticamente como si se tratara de una cruzada de la
Edad Media, puesto que tenía la bendición y el pleno consentimiento de la
Iglesia Católica, ella fue tan culpable como los militares golpistas de los
crímenes contra la humanidad que se cometieron en el transcurso de los cuarenta años de dictadura.
Las
autoridades eclesiásticas hubieron podido salvar mucha vidas, pero su sed de
venganza y el odio las cegaron y solamente reclamaban en nombre de Dios, sangre
y exterminio de los republicanos, ellas fueron las principales instigadoras de
la Guerra Civil, por el hecho de haber sido separadas de los poderes políticos
durante la Segunda República.
A partir de
aquí empieza la tragedia de la familia republicana, después de transcurridos
unos diez días intentamos regresar a casa, tuvimos la oportunidad de
trasladarnos de Girona a Badalona en un camión militar, mi hermana iba en la
caja del vehículo junto con varios soldados, mi madre y yo en la cabina del
conductor, durante el viaje un militar con graduación de sargento, intentó
abusar de ella, estando yo sentado en sus rodillas, suerte que el soldado que
conducía el camión no se lo permitió, le dijo:” No te da vergüenza intentar de abusar de esta señora teniendo a su
hijo en las rodillas, compórtate como un saldado que ha ganado la guerra”.
Nos bajamos
del camión en Badalona y nos dirigimos hacia la casa que vivía una cuñada de mi
madre, era la viuda de su hermano, le pedimos que nos acogiera en su casa,
hasta que pudiéramos conectar con la abuela y la hermana de mi padre en Mollet
del Vallès, puesto que no sabíamos
como estaba la situación en el pueblo y si podíamos ir o no, debido al mal
ambiente que existía en todas partes.
La abuela y
la tía nos aconsejaron de que de momento no podíamos volver, pues, nuestra casa
había sido ocupada por el capellán del pueblo y se apropió de todo lo que había
en la misma (mobiliario, enseres, ropa, biblioteca, cuadros del pintor Joaquín
Mir y de toda la maquinaria y útiles del obrador y pastelería de mi padre).
Tardamos
algo más de dos mes en poder regresar a Mollet del Vallès, pero no pudimos
instalarnos en nuestra casa, ya que continuaba siendo ocupada por el cura del
pueblo, nos acogió en su casa la abuela y la hermana de mi padre, en contra de
la voluntad del alcalde franquista Simeón Rabasa, del cura párroco José
Casanovas y del resto de las fuerzas fascistas.
La abuela
fue amenazada por el cura y el alcalde de que si nos acogía sería castigada y
sancionada económicamente, pero ella no se acojonó y nos acogió con los brazos
abiertos, con todo el amor de una abuela, de no haberlo hecho no teníamos
ninguna otra alternativa, pero a los pocos días hubieron las primeras
reacciones en contra, el cura dio la orden a la guardia civil, para que se
personaran en el domicilio de mi abuela y se llevasen a los dos nietos, para
ser internados en un hospicio, alegando que mi madre no tenía medios para
mantenernos, recuerdo perfectamente aquel día, en la calle había bastante gente
observando que pasaría, mi abuela que era una persona mayor, mi hermana y yo
estábamos agarrados a sus piernas llorando, se plantó en la puerta de entrada
de su casa, enfrentándose con la guardia civil, no permitiendo que se nos
llevasen, incluso hubo un pequeño forcejeo, ella gritaba que sus nietos no se
los llevarían por las buenas, antes tendrían que matarla a ella, a la vista de
la resistencia y de la firmeza de la abuela renunciaron. Vivir aquellos
terribles hechos se te queda grabado para siempre en tu mente.
No logrando
por parte de las fuerzas franquistas conseguir su objetivo, una vez fracasado
el intento de secuestrar a los hijos del último alcalde republicano, el
ayuntamiento le impuso una multa de 50.000 pesetas, para construir la nueva
Iglesia i cubrir la riera que pasaba por el centro de la población.
Como sea
que la abuela no disponía en el año 1939 de aquella cantidad, no pudo pagarlo y
ordenaron el embargo de sus bienes, más tarde hizo una hipoteca para pagar la
multa y evitar que le subastaran el patrimonio.
Además el
alcalde y el cura dieron la orden a todos los comercios y tiendas del pueblo, de
que no nos vendieran ningún producto alimenticio, pretendieron matarnos de
hambre a toda la familia, incluso nos negaban el racionamiento de los alimentos
que nos correspondía por persona.
Suerte de
que había algunos payeses amigos de mi padre y por la noche nos tiraban
alimentos (patatas, harina de trigo, judías, tomates y verduras), por el patio
que teníamos en la parte trasera de la casa, incluso tuvimos que empadronarnos
en el domicilio de mi abuelo materno que residía en Barcelona, para conseguir
el racionamiento de alimentos que nos correspondían, el cual mi abuelo nos lo
mandaba todos los días a través del recadero de Mollet del Vallés.
Tuvimos
muchos problemas mi hermana y yo para entrar en algún colegio, los municipales
y nacionales nos cerraron las puertas, se nos prohibió expresamente su entrada,
tuvimos de optar por ir a colegios particulares.
Mi padre
regresó a España a los quince días de su exilio, entrando por la frontera de
Hendaya, creyéndose las proclamas del criminal de guerra el general Franco: “De que el que tuviera las manos limpias de
sangre podía regresar que no le pasaría nada”.
Suponemos
que mi padre se lo creyó con todos los recelos posibles, pero, según mi madre
lo que le impulso primordialmente a regresar a España, fue la familia, el hecho
de desconocer lo que nos estaba sucediendo, teniendo en cuenta de que las
noticias que recibían en el campo de concentración francés, no eran nada
agradables y él sufría al no saber que les estaría pasando a sus hijos, esposa,
madre y hermana.
Lo que a
estas alturas me pregunto muchas veces, es como sus compañeros lo dejaron
marchar, pues, fue el único que regresó a los pocos días de su exilio. ¿Nadie pudo hacerle ver el riesgo que
corría?
Al cruzar
la frontera de Hendaya, fue inmediatamente detenido y trasladado al Campo de
concentración de Santa Elena y después al de San Marcos de León, lugar donde
fue torturado hasta romperle la mandíbula, tan pronto las autoridades del campo
se lo permitieron, se puso en contacto con la familia a través de una pequeña
carta, en la que nos daba instrucciones de lo que teníamos que hacer para ser
liberado.
Decía que
nos pusiéramos en contacto con las nuevas autoridades del pueblo, para
conseguir el aval para ser liberado de la cárcel, según él todos le debían
favores, empezando por el cura y el nuevo alcalde, pero la realidad fue la de
que todos se negaron con rotundidad a ayudarle.
Mi abuelo
materno que había sido capitán de la Guardia Civil, mucho antes de la guerra
civil, y por lo tanto estaba jubilado, junto con mi madre se trasladaron a
Burgos, para intentar conseguir que fuera trasladado a la cárcel Modelo de
Barcelona y así fue gracias a un aval que firmó con garantía personal.
A los tres
meses lo trasladaron a la cárcel Modelo de Barcelona, inmediatamente y sin
demora iniciamos la campaña de recogida de firmas para conseguir su indulto, la
cual cosa nos lo había aconsejado el abogado y catedrático señor Trías de Bes,
el cual era su abogado y amigo personal.
Pero las
nuevas autoridades franquitas y el cura del pueblo, habían dado la orden de que
el que firmara a favor del ex - alcalde Fortuny, sería severamente castigado y
sancionado, a pesar de ello conseguimos bastantes firmas, no todas las que
esperábamos, generalmente de los más humildes a pesar de las posibles
represalias a que podían estar sometidos por haber firmado, los que habían
recibido algún favor y ahora se habían pasado al bando ganador, se negaron con
rotundidad.
Recuerdo que
toda la familia fuimos a visitar y pedir la firma de la viuda Puntí, a la que
su marido asesinaron los incontrolados, ella había tenido mucha amistad con mi
abuela, llamamos a la puerta de su casa y cuando la abrió, ordenó a su hija
mayor que fuera a buscar al cura, no nos dejó entrar y mientras nos esperamos en el portal, no
tardó mucho en llegar, tenía una cara descompuesta y le salían los ojos llenos
de odio, enseguida le preguntó has firmado alguna cosa, la orden es tajante
prohibido firmar para salvar al ex – alcalde Fortuny, palabras pronunciadas por
un cura que mi padre le salvo la vida, trasladándolo de Mollet del Vallès a
Barcelona, custodiado por dos personas de su confianza, para esconderlo de la
furia de los incontrolados.
Mientras mi
padre estaba en la cárcel Modelo de Barcelona, no quiso de ninguna manera que
los hijos lo visitáramos, no quería que lo recordáramos entre rejas de una
prisión.
Mi padre
fue juzgado por un tribunal militar el día 16 de junio de 1939, sin el derecho
a poderse defender de las acusaciones que se le imputaban, siendo condenado a
la pena de muerte.
El día 15
de julio de 1939, llamaron a la puerta de casa y había el cura acompañado de
dos hombres (Juan Ventura y Andrés Casi), les hicimos pasar y sentarse, el cura
tomó la palabra y nos anunció de que aquella tarde iba a Barcelona para hacer
una gestión que recordaríamos toda la vida, la familia nos arrodillamos a sus
pies y le besamos las manos, convencidos de que le salvaría la vida.
El día 16
de julio de 1939, día siguiente a la visita del cura, mi madre fue a Barcelona
para visitar a mi padre a la prisión Modelo, recogerle la ropa sucia y
entregarle el paquete de la limpia, siendo informada por el ordenanza de la
portería de la cárcel de que la pasada madrugada había sido fusilado en el Campo de la Bota.
Aquello fue increíblemente una muerte anunciada
por el cura criminal.
El maldito
cura tuvo mucha razón, aquel día que nos visitó anunciando la gestión que iba a
hacer, que jamás la olvidaríamos, nunca podíamos pensar que su maldad podía
llegar a un nivel tan alto de odio hacia una persona que le salvo la vida.
La conducta
de este cura nunca la hemos comprendido, igual que las monjas del convento, que
fueron recogidas en casa de mi abuela, que era muy religiosa, la noche que
asaltaron el convento los incontrolados.
Cuando fue a pedirles la firma para
salvar a su hijo, la madre superiora, le respondió: “Dios te ampare hermana”. Mi abuela nunca más piso una iglesia,
incluso nos prohibió que cuando estuviera a la puerta de su muerte, que no le
llevásemos ningún cura para suministrarle los santos sacramentos, ya que había
perdido la fe en la Iglesia y sus ministros y así lo cumplimos, pero luego en
el día de su muerte tuvimos muchos problemas para enterrarla, el cura que había
en aquellos momentos en el pueblo, se negaba a enterrarla en el cementerio
católico, por el hecho de haberle negado la familia el suministro del
sacramento de la extramaución. Incluso los dos curas que había en aquella fecha
en la parroquia de Mollet del Vallès, fueron por los colegios pidiendo a los
niños que rezaran por una señora mayor que había fallecido y su familia le
había negado que recibiera el último sacramento. Conducta vergonzosa de unos representantes de la Iglesia Católica.
A los ocho
días del asesinato, nuestra madre y la hermana de nuestro padre fueron a
visitar al abogado Trías de Bes en la Universidad de Barcelona, al verlas
vestidas de negro, pronunció la frase siguiente: “Carmen que ha pasado, pero si José tenía el indulto de Madrid”.
He
comprobado a través del Archivo de San Cugat, de que en todos los expedientes
que he podido ver de los presos de la Prisión de la Modelo y que fueron
fusilados, existe la orden de su ejecución firmada por la autoridad competente
y en el caso de mi padre no existe, es la prueba de que fue ejecutado sin la
debida orden militar, se eliminó el indulto que había llegado o estaba en
camino, por orden del cura de Mollet del Vallés y asesinado bajo su
responsabilidad.
Las
persecuciones y las humillaciones públicas y privadas de todo tipo fueron una
constante, pero nunca lograron hacernos bajar la cabeza, sino todo lo
contrario, ni perdimos la dignidad, la cual cosa les costó superar a los que
tantos daños personales morales y materiales nos causaron.
A mi madre
después asesinarle el marido, intentaron quitarle sus hijos, se le incautaron
todos los bienes personales y materiales, la echaron de su propia casa, siendo
ocupada por el cura del pueblo, ella tuvo que ponerse a trabajar en una fábrica
de pieles y curtidos, su sacrificio fue inhumano para poderlo aguantar, incluso
en una ocasión intentaron pelarle la cabeza, como una humillación más o
escarnio público, pero no pudieron conseguirlo por la firmeza y la valentía que
demostró en aquellos momentos difíciles, que tuvo que enfrentarse con la
iglesia y los caciques del pueblo.
Esta es la
historia resumida de una familia republicana que padeció el exilio y la dureza
de la dictadura franquista, pero nunca lograron doblegarnos, a pesar de las
muchas represalias de todo tipo a que fuimos sometidos.
Pero lo más
triste para las miles de familias que padecimos aquella brutal y criminal
represión, es que actualmente, con la nueva y supuesta democracia, con la
aprobación de la Ley e la Memoria Histórica del año 2007, se nos niega
indignamente por cobardía política del gobierno socialista, la rehabilitación
jurídica de todas aquellas personas, hombres o mujeres, que fueron juzgados por
unos tribunales militares ilegales condenándolos a la pena de muerte.
Hasta la
fecha las familias represaliadas no hemos encontrado por parte de la actual
democracia, el apoyo moral ni el
jurídico para conseguir la rehabilitación jurídica de miles de hombres y
mujeres que fueron asesinados, por defender la legalidad constitucional de la
República, después de ser juzgados
por aquellos tribunales militares ilegales, incluso las jerarquías
eclesiásticas católicas, se niegan a reconocer las injusticias que cometieron
durante la dictadura del criminal de guerra el general Franco, recomendando
públicamente que se debe olvidar aquel pasado, pero ellas continúan
beatificando a sus sacerdotes muertos por los incontrolados y negando unos
hechos que la Iglesia fue su principal protagonista y responsable con la
bendición de los crímenes cometidos por los militares golpistas.
A pesar de
todas las persecuciones e injusticias vividas, la familia ha podido sobrevivir,
mi madre, mi abuela y mi tía que conjuntamente desempeñaron el papel de padre,
con muchos esfuerzos durante nuestra infancia y juventud siempre procuraron
darnos educación y formación, nunca nos inculcaron el odio ni la venganza hacia
las personas que tanto daño nos hicieron, con los años hemos ido superado todas
las penas, pero nunca podremos olvidar, sin un padre desde tan corta edad, si
que lo hemos encontrado a faltar.
Los
familiares de las víctimas del franquismo reclamamos justicia no venganza. Las
heridas debieron de ser cerradas desde el mismo momento que se restableció la
nueva democracia, pero se olvidaron. ¿Fue
realmente un olvido? Debemos de tener presente de que no se olvidaron de hacer
aprobar la famosa Ley de Amnistía del año 1977, que eximió de toda
responsabilidad a los franquistas, autores de aquellos crímenes contra la
humanidad.
Pere Fortuny i Velázquez
(Escrito
publicado en el libro TRAUMAS)
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