Mi nombre es Vicente Muñiz Campos y me han invitado a dirigiros unas palabras.
Águeda, madre de Vicente, con él sobre la falda y su hermano en brazos
Estuvimos con ella hasta poco antes que la fusilaran en Paterna el 5 de abril de 1941. Junto con mis padres fusilaron a otros diez antifascistas. Uno de ellos se llamaba Federico Rico y era el abuelo materno de Pepita Chofre.
Tras la ejecución de mis padres, fuimos ingresados en un asilo de monjas en Valencia.
Más que monjas de la caridad, parecían de las SS. No se quitaban la vara de la mano. Palizas y castigos diarios. Toda nuestra educación fue el nacionalcatolicismo. El Cara al Sol, las misas y los rosarios eran diarios.
Finalizada la II Guerra Mundial en 1945, Franco lograría que Estados Unidos le garantizara su seguridad personal y la de su régimen, a pesar de que no cesaría de asesinar opositores hasta su muerte en 1975.
Después, durante la transición, los políticos españoles pactaron no hablar del pasado y despreciaron
Cuando llegó la democracia esperábamos que la injusticia sería corregida. Que se anularían los Juicios Sumarísimos del franquismo.
Esperamos en vano.
Tal vez piensan que el tiempo lo va a arreglar, pero una herida cicatriza cuando se limpia y desinfecta a conciencia. Si dejas el pus y toda la suciedad dentro, no tendrás otra solución que volver a abrirla.
Algunos quieren que nos sigamos callando. Dicen que podemos abrir viejas heridas. Al parecer, lo que cuenta es que no contemos nada, suprimir cualquier testimonio de las atrocidades cometidas por los fascistas. Intentan seguir oprimiéndonos. Que la única verdad quede en manos de los herederos ideológicos de la manipulación, que los vencedores de la guerra sean sus dueños.
Tampoco nos vamos a callar. Hemos pasado muchas humillaciones y disgustos. Algunos llevamos toda una vida, soportando a los que han pretendido que nos avergoncemos de nuestros familiares.
Aquí ha habido demasiada gente que ha visto llegar el final de sus días esperando armarse del suficiente valor para denunciar los atropellos sufridos por su familia por miedo a las represalias.
Siempre ha de haber una cierta cantidad de decoro.
Las mujeres y los hombres antifascistas mantuvieron el decoro del país en los tiempos terribles y miserables de la dictadura. No son los represalíados por los franquistas los que han de recuperar una dignidad que nunca perdieron. Pero sí nuestra democracia.
Espero que os guste este documental y me despido recordando unos versos de Miguel Hernández:
“Aunque el otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido nunca renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños”.
Muchas gracias por escucharme y hasta siempre.
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